In memoriam

José Ayarzagüena Sanz (1952-2011)

Editor Asociado del Comité Científico de la Revista Científica Biodiversidad Neotropical



José Ayarzagüena Sanz, esposo de Maria Helena Fonseca Benítez y padre de José Luis Ayarzagüena Fonseca, nació  en Madrid el 27 de noviembre de 1952. A pesar de haber estudiado y pasado gran parte de su juventud en esta ciudad, él siempre se jactó de sus orígenes vascos, de los que hablaba con orgullo. Su familia paterna procedía del caserío de Ayarza (Vizcaya) ubicado cerca del caserío Bolíbar, desde donde emigraron los antepasados de El Libertador Simón Bolívar.

Desde muy joven se interesó por la naturaleza, pero sus padres consideraban que ser biólogo equivalía a «morirse de hambre». Sin embargo, un día observó a un grupo de jóvenes practicando la cetrería cerca de donde él estudiaba una carrera técnica y decidió acercarse a hablar con ellos. Ese encuentro marcó su vida, allí conoció a Javier Castroviejo, quien lo alentó para estudiar la carrera de Biología y más tarde a desplazarse hasta la Estación Biológica El Frío, situada en  Los Llanos de Venezuela, con la finalidad de realizar su doctorado sobre la baba o  caimán de anteojos.  Este trabajo sirvió de base científica para la explotación comercial y sostenible de esta especie, que alcanzó tal éxito en Venezuela que fue replicado en Bolivia, Paraguay y otros países de la región. Su carrera como herpetólogo ya se había iniciado en su España, donde publicó sus primeros trabajos sobre la lagartija de Valverde, el lacértido más pequeño de Europa.

Los dos años de su paso por Venezuela  consolidaron el amor por las que serían dos de sus pasiones: los crocodílidos y las llanuras inundables sudamericanas. Terminado su doctorado el Dr. Ayarzagüena Sanz se radicó en Venezuela. Trabajó en el Museo de Historia Natural de la Fundación La Salle, en la Agencia Española de Cooperación Internacional en Caracas y como asesor del Ministerio de Ambiente, pero nunca dejó de lado la Estación Biológica El Frío, de la que fue su director durante 32 años, entre 1977 y 2009. Su gestión permitió el impulso primero y la consolidación después de este centro de investigación y conservación, que fue escuela de decenas de biólogos de varias nacionalidades y cuya producción científica ha sido superada por muy pocas estaciones biológicas en Suramérica: 15 tesis doctorales, 4 tesis de maestría, 22 tesis de pregrado y más de 100 publicaciones en revistas de impacto internacional.

Tras los caimanes y los cocodrilos su pasión eran las ranas. Exploró junto con Celsa Señaris la Guayana venezolana y las cimas de sus tepuyes, así como otras áreas del país. Como fruto de ese trabajo titánico se cuentan la descripción de 40 especies y ocho géneros nuevos de anfibios. En justo reconocimiento a esta labor dos especies de anfibios y un ofidio fueron bautizados con su nombre, ayarzaguenai.


En el campo de la conservación sin duda su mayor logro fue su decisiva participación en la creación de una nueva población de caimán llanero en la Estación Biológica El Frío y áreas adyacentes. De la lagartija más pequeña de Europa pasó a trabajar con el cocodrilo más grande de América; los retos lo motivaban. En primer lugar consolidó un centro para  la cría en cautividad de esta especie, destacó la importancia de la población de caimanes del río Cojedes, de donde colectaba neonatos para levantarlos en cautiverio; después estimuló la declaración del Refugio de Fauna Silvestre Caño Guaritico y finalmente consiguió que la primera reintroducción de esta especie se realizara dentro de El Frío en 1990. El tiempo le dio la razón, y 16 años después se pudo demostrar la existencia de una nueva población de caimanes formada exclusivamente por ejemplares que habían sido criados en alguno de los cuatro centros de cría en cautividad del país. Este constituye uno de los casos de conservación de herpetofauna más exitoso del mundo y nadie duda de la responsabilidad de José en este tema.

En su bagaje cuenta con 30 publicaciones científicas y cinco de divulgación, además de haber dirigido varias tesis doctorales y de haber sido coordinador del Master  Internacional en Gestión de la Biodiversidad de los Trópicos, tema del que era un reconocido experto. Fue miembro fundador de Grupo de Especialistas en Cocodrilos de Venezuela, miembro del Grupo de Especialistas de Cocodrilos de la IUCN, del Comité Español del Programa Hombre y Biosfera (MAB) de la UNESCO y condecorado con la orden «Henri Pittier» otorgada por el Ministerio del Ambiente y los Recursos  Naturales de Venezuela.

José fue siempre una persona cercana, con una generosidad que parecía no tener límites, como sus amadas sabanas, amigo de sus amigos, se volcaba con una constancia y una lealtad a toda prueba por aquello en lo que creía. Además tenía una intuición especial para resolver problemas científicos, fruto de la observación y de una amplia base de conocimientos.

A pesar de su carrera llena de éxitos y reconocimientos, los últimos años le tocó vivir una situación que no se merecía. La arbitraria incautación de la Estación Biológica El Frío por parte del gobierno bolivariano lo sumió en un estado de depresión del que nunca logró salir. El trabajo y esfuerzo de toda una vida le habían sido arrebatados de un plumazo y ni siquiera le permitieron recuperar sus efectos personales. Muchos de los que le conocimos estamos convencidos de que esta injusticia fue el detonante de la enfermedad que a la postre le causó la muerte. Falleció en la ciudad que lo vio nacer el 28 de diciembre de 2011, a los 59 años de edad, víctima de un cáncer de pulmón.

No es sencillo recoger en tan corto espacio la vida de un gran investigador, un excelente amigo y una mejor persona. El tiempo y su obra, que le sobrevive, le harán mayor justicia que mis palabras.

Rafael Antelo, PhD
Director Científico, Fundación Palmarito Casanare
Bogotá, Colombia.  e-mail: megapicu@hotmail.com